Interpertación de la escultura “El Pensador” de Auguste Rodin (desde 1880).
-Sobre el original:
La primera versión de “El Pensador” (70 cm.) aparece en 1880 coronando el tímpano de la monumental “Puerta del Infierno”, encargo en el que Rodin debía recrear a través de relieves el Infierno de “La Divina Comedia” (Dante Alighieri, s. XIV). Inicialmente fue allí ubicada para representar al poeta sentado en actitud reflexiva, asomándose a los horrores que aquel abismo ofrecía bajo sus pies, una ubicación que el escultor reafirmó durante todo el proceso de ejecución de la obra. Varias fueron las significaciones que la talla recibió con el transcurso de los años pero cuando Rodin decidió copiarla como escultura autónoma, sobre todo al ampliarla en 1904 a tamaño monumental, “El Pensador” adquirió “vida propia”, llegando a destacar por su gesto de introspección plena y a ser considerada símbolo del sufrimiento y la magnificencia de todo espíritu libre.
-Sobre la interpretación:
Mediante una gama cromática muy reducida e incidiendo en el carácter escultórico del original, esta visión a pastel del famoso “Pensador” muestra a la figura destacada en claroscuro bajo luz cenital y rodeada de motivos que escenifican el patetismo de la escena para la que fue creada: cardos, espinas y hojarasca que se transfiguran en piedra amorfa anuncian el descenso al abismo dantesco y, tras la figura, una alegoría escultórica evoca los nueve círculos del infierno explicados por Dante.
“Elevación”. Poema III de Las Flores del Mal (Charles Baudelaire):
“Por encima de estanques, por encima de valles, / de montañas, de bosques, de las nubes, de los mares, / más allá del sol, más allá de los éteres, / más allá de los límites de las esferas estrelladas,
Espíritu mío, te mueves con agilidad, / y, como un buen nadador que se entrega en la ola, / caminas alegremente por la inmensidad profunda / con una voluptuosidad indecible y masculina.
Vuela lejos de estos miasmas mórbidos; / purifícate en el aire más alto, / y bebe como un puro y divino licor, / el fuego sutil que llena los espacios límpidos.
Detrás de los tedios y las vastas tristezas / cuyo peso avasalla la nebulosa existencia, /feliz quien pueda con un ala vigorosa / avanzar hacia los campos luminosos y serenos.
Aquel cuyos pensamientos, como las alondras / hacia el cielo del alba, emprenden una subida libre, / que se cierne sobre la vida y comprende sin esfuerzo / el lenguaje de las flores y de las cosas sin voz.”
Serie “Rodin y Yo”. Inspirado en la “Cariátide Caída Portando su Piedra”, de Auguste Rodin (Ca. 1881).
Las cariátides son esculturas femeninas que, a modo de columna, soportan sobre sus cabezas el peso del entablamento. Durante las Guerras Médicas los habitantes de la ciudad griega de Carias (Laconia) se habían aliado con los persas y fueron exterminados por el resto de sus compatriotas, así como sus mujeres condenadas a portar cargas pesadas. Por este motivo se las talló en piedra, sustituyendo a las clásicas columnas del templo, como símbolo duradero de su condena. Con el tiempo, la cariátide se ha utilizado de forma autónoma, dando lugar a esculturas amables, incluso de marcado carácter sensual. Rodin creó su cariátide para “La Puerta del Infierno”, de donde él mismo la extrajo, al igual que hizo con varias de sus obras, combinando el origen simbólico de la figura con una estética muy expresiva e inusual en su pose.
Texto vinculado:
“La Mala Suerte”. Poema XI de Las Flores del Mal (Charles Baudelaire):
“¡Para alzar una carga tan pesada, / Sísifo, haría falta tu valor! / Aunque se ponga el corazón en trabajar, / el Arte es largo y el Tiempo corto.
Lejos de sepulturas célebres, / hacia un cementerio aislado, /mi corazón, como un tambor velado, / va redoblando marchas fúnebres.
Muchas joyas duermen enterradas / en las tinieblas y el olvido, / lejos de azadones ni de sondas.
Muchas flores despiden sin arrepentimiento / su perfume dulce como un secreto / en las solitudes más profundas.”
“Produce una sensación muy hermosa verlo trabajar. La relación de su ojo con la arcilla. Todos los recorridos de su mirada, los seguros, los rápidos, crees verlos formar una red en el aire en la que, cada vez más, queda atrapada la cosa. Y cómo entonces todo se convierte en uno: él y la cosa, su cosa; apenas sabrías decir cuál es la obra… Y cuando habla, su voz suena como en el interior de una torre, y su rostro se alza, empapado, como si surgiera del agua corriente.”
(“Rodin”. Rainer Maria Rilke. Otoño de 1902, París).
“Correspondencias”. Poema IV de Las Flores del Mal (Charles Baudelaire):
“La Naturaleza es un templo de cuyos pilares vivientes / a veces se dejan oír palabras confusas; / pasa el hombre a través de los bosques de símbolos / que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos que a lo lejos se confunden / en una tenebrosa y profunda unidad, / vasta como la noche y como la claridad, / los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos como carnes de niños, / dulces como los oboes, verdes como las praderas, / y otros corruptos, ricos y triunfantes,
Teniendo la expansión de las cosas infinitas, / como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso, / que cantan el éxtasis del espíritu y de los sentidos.”
Interpretación personal de la figura bíblica de Eva, después de “la caída”. Aunque no alude directamente a las versiones que Auguste Rodin hizo de ella, sí adapta la pesadumbre del personaje y los contrastes de texturas entre modelo y volúmenes que caracterizan a toda la serie.
“Ahora bien, la serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Elohim había producido. (…) La serpiente dijo a la mujer: «No moriréis desde luego; es que Elhoim sabe que el día en que comáis de él [del árbol de la vida] se abrirán vuestros ojos y os haréis como dioses, sabedores del bien y el mal.» La mujer vio que el árbol era bueno de comer y un deleite a los ojos, y que era además el árbol apetecible para lograr inteligencia, y tomó de su fruto y comió, haciendo también copartícipe a su marido, el cual comió. Abriéronse entonces los ojos de ambos y comprendieron que estaban desnudos, por lo cual entretejieron follaje de higuera e hiciéronse unos ceñidores”.
“(…) Yahveh Elohim llamó al hombre, diciéndole: (…) « ¿Quién te ha indicado que estás desnudo? ¿Has comido acaso del árbol de que te ordené no comieras?» Dijo el hombre: «La mujer que pusiste junto a mí, ésa me ha dado del árbol y he comido.» Yahveh Elohim dijo a la mujer: « ¿Qué es lo que has hecho?» Y dijo la mujer: «La serpiente me sedujo y he comido.»
Entonces dijo Yahveh Elohim a la serpiente: «Por cuanto hiciste tal, ¡maldita seas entre todos los ganados y entre todas las bestias salvajes! ¡Sobre tu vientre caminarás y polvo has de comer todos los días de tu vida! Enemistad pondré entre ti y la mujer y entre tu prole y su prole, la cual te aplastará la cabeza, mientras tú apuntarás a su calcañar.»” (Génesis. 3: La caída y sus consecuencias”). La Biblia, en el Libro del Génesis.
“La Serpiente que Danza”. Poema XXVIII de Las Flores del Mal (Charles Baudelaire):
“¡Cómo me gusta ver, querida indolente, / de tu cuerpo tan bello / como un paño vacilante, / espejear la piel!<br /><br />
Sobre tu profunda cabellera / donde hay ásperos perfumes, / mar oloroso y vagabundo, / olas azules y pardas.
Como un navío que se despereza / al viento de la mañana, / mi alma soñadora leva el ancla / hacia un cielo lejano.
Tus ojos, donde nada se revela / de dulce ni de amargo, / son dos joyas frías donde se mezclan / el oro y el hierro.
Al verte caminar tan cadenciosa, / desmayada beldad, / diríase que baila una serpiente / en la punta de un palo;
Bajo la carga de tu pereza / tu cabeza de niña / se balancea con la blandura / de un joven elefante,
Y tu cuerpo se inclina doblegándose / como un esbelto buque / que rueda a bordo sumergiendo / sus yardas en el agua.
Como una corriente crecida por el deshielo, / glaciares rugientes, / cuando el agua de tu boca asciende / al borde de tus dientes,
Creo beber un vino de Bohemia, / amargo y victorioso, /un cielo líquido que siembra / mi corazón de estrellas.
Procedente de la mitología griega, la figura de Andrómeda –hija de los reyes Cefeo y Casiopea-se ha extendido como una sombra por entre los siglos, trascendiendo especialmente en ámbitos artísticos la escena en que aparece desnuda y encadenada a una roca junto al mar. Allí quedaba expuesta, ofrecida como trueque para frenar la amenaza de Poseidón de inundar la tierra y para saciar también al monstruo marino con el que el dios, afrentado, pretendía exterminar la raza humana. Su liberación a manos de Perseo, con quien después se casaría, puso fin a esas amenazas, no así a aquella imagen de mujer desposeída de todo, abandonada al azar de una voluntad maligna.
Imagen de indefensión, a través de un contraste extremo: la desnudez blanca e iluminada de la joven Andrómeda y la oscuridad casi tenebrosa de la roca, en la que se intuyen como transfiguradas, las mandíbulas amenazantes del mal.
“Obsesión”. Poema LXXIX de Las Flores del Mal (Charles Baudelaire):
“Grandes bosques, me espantáis como catedrales; / aulláis como los órganos; y en nuestros corazones malditos, / salas de eterno luto donde vibran cascabeles viejos, / responden los ecos de vuestros De profundis.
¡Te aborrezco, océano! Tus brincos y tumultos, / mi espíritu los encuentra en él; esta risa amarga / del hombre vencido, lleno de sollozos e insultos, / lo escucho en la enorme risa del mar
¡Cómo me agradarías, oh noche! ¡Sin estas estrellas / cuya luz habla un lenguaje conocido! / ¡Pues busco el vacío, y lo negro, y lo desnudo!
Pero las tinieblas son en sí mismas lienzos / donde viven brotando de mi ojo por miles, / seres desaparecidos de las miradas familiares.”
De la serie “Rodin y yo” (variación de la “Danaide” de A. Rodin). Tributo a Camille Claudel. Vinculado a la “Gnossienne Nº. 3” de Erik Satie y al poema “Mujeres Condenadas” (I) de “Las Flores del Mal”, Charles Baudelaire.
Entre los mitos de la antigüedad se encuentra la figura de las Danaides, las cincuenta hijas de Danao, cuarenta y nueve de las cuales fueron condenadas a verter agua eternamente sobre un tonel sin fondo por haber dado muerte a sus maridos durante la noche de bodas.
Auguste Rodin abordó este tema incluyéndolo en su «Puerta del Infierno», de donde finalmente lo apartó (junto con «El Beso», y réplicas de otras tallas) por considerarlo él mismo «de excesivo relieve» y, seguramente, para darle mayor relevancia a una escultura que, además de reproducir el cuerpo de su compañera, modelo y amante Camille Claudel, fue creada en base a dos conceptos que quedan magistralmente expresados en su composición: el fluir descendente del agua y la desesperanza ante la inutilidad de esa labor. Rodin a la hora de concebir «La Puerta del Infierno», así como su bellísima «Danaide» (mármol, 1889), se inspiró en «La Divina Comedia» de Dante y en el poemario de Charles Baudelaire «Las Flores del Mal».
El cuadro retoma en parte la idea compositiva de Rodin de una joven reclinada, descendente, sobre un montículo de piedra. Aquí la figura viste un corto atuendo color púrpura (en la antigüedad el color de los condenados) y sostiene, tumbada, el cántaro por el que vierte el agua hacia una oquedad. El mármol devastado que origina esa embocadura, adopta la forma de espiral, signo de lo infinito, lo eterno.
CHARLES BAUDELAIRE: «MUJERES CONDENADAS» (I).
(«LAS FLORES DEL MAL», POEMA CXI):
Como un rebaño pensativo sobre la arena, tendidas,
Vuelven sus ojos hacia el horizonte de los mares,
Y sus pies se buscan y sus manos aunadas
Tienen dulces languideces y escalofríos amargos.
Las unas, corazones enamorados de largas confidencias,
En el fondo de los bosques, donde cotillean los arroyos,
Deletrean el amor de las infancias temerosas
Y cavan el tallo verde de los arbolillos.
Otras, como monjas, caminan lentas y graves
A través de las rocas llenas de apariciones
Donde San Antonio vio surgir como lavas
Los senos desnudos y purpúreos de sus tentaciones.
Las hay que al brillo de resinas goteantes
En el hueco mudo de los viejos antros paganos
Te llaman en auxilio de sus aullantes fiebres,
¡Oh, Baco, adormecedor de los remordimientos antiguos!
Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
Que ocultan un látigo bajo sus largas vestimentas,
Mezclan, en el bosque sombrío y las noches solitarias,
La espuma del placer y las lágrimas de los tormentos.
Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires,
Grandes espíritus desdeñosos de la realidad,
Buscadoras de infinito, devotas y sátiras,
Unas veces repletas de gritos, otras veces rebosantes de llantos.
Vosotras a las que en vuestro infierno mi alma ha perseguido
Hermanas mías, os amo tanto como os compadezco
Por vuestras lúgubres penas, vuestra sed insaciable
Y las urnas de amor que llenan vuestros grandes corazones.