Del amanecer a la noche, de lunes a domingo, las cuatro estaciones del año; en medio, la alegoría titulada “El Tiempo Dormido” puede considerarse como una síntesis de lo que esta serie representa: el transcurso del tiempo según nuestros parámetros más cotidianos, atrapado en la belleza inalterada de la mujer en su esplendor.
Retratos de primer plano reflejan las luces de una jornada completa; figuras femeninas sentadas sobre alfombras, envueltas en ropas y símbolos que son metáforas de los días de la semana, o tendidas sobre divanes exclusivos para evocar la esencia del verano, del otoño, la primavera o el invierno.
“El tiempo, destructor por naturaleza, no afecta un ápice a la belleza. Aquí tiempo no significa antes o después, no corroe, no muda, aquí tiempo, o tiempos, no es más que instantes diferentes de la belleza, una vibración de la luz, un ademán, un gesto, una brisa presentida. (…) Si la belleza escapa de la muerte y la vejez es porque lo que está medido no es el tiempo sino la belleza misma, lo que significa que rige armonía, a tal punto que es esa armonía lo que acaricia de inmediato el ojo y el ánimo del espectador, no las solas figuras, las formas en sí, que pasarían a ser metáforas de otras cosas, y así lo pintado trasciende a lo pintado”. Comentarios sobre “El Tiempo Medido”. Diciembre-2016. José Luis Sánchez Lora (Historia Moderna, Universidad de Huelva).